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martes, 27 de septiembre de 2011

Dios

En la historia del pensamiento nos encontramos a menudo con la ingenuidad de atribuir a Dios nuestros prejuicios éticos o estéticos. Cuando encontramos alguna ley natural que nos halaga o satisface, nos sentimos inclinados a pensar que es una prueba de la existencia de Dios. Vanidosamente, el ser humano piensa que solo una divinidad puede conformar sus gustos.
No veo por qué -sin embargo- algo que satisface la pobre y limitada mente del hombre ha de ser forzosamente obra de dioses. Vanidad semejante a la que experimentamos cuando un autor nos parece inteligente porque piensa como nosotros. (E. Sábato)