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lunes, 21 de agosto de 2017

Michel Onfray: Una filosofía subversiva.

Según Michel Onfray lo que se cuenta en las aulas es una patraña... (distrae) a la disciplina de los verdaderos problemas que preocupan a la gente.

Durante diez siglos la filosofía fue popular. De hecho, no hacía falta tener estudios de filosofía para ser filósofo. "Hay que volver a la filosofía real para hacer una filosofía popular para la gente de la calle" ... la “auténtica sabiduría” es una práctica, no una teoría. 

Onfray aborrece las grandes palabras, que se levantan como un muro entre el ciudadano y el conocimiento... los ciudadanos necesitan saber qué hacer con el sufrimiento y el dolor. Volver a las cuestiones concretas, olvidarse de las abstracciones... Enseñar la contrahistoria de la filosofía y devolverla a la tierra...la contrahistoria de la historia de la filosofía oficial.

 “La filosofía no siempre es subversiva... Los filósofos no siempre son subversivos y, desde luego, en las aulas no se enseña la filosofía subversiva”. La filosofía en las aulas es reconfortante y amable. Por eso ...la Universidad Popular, acceso libre y gratuito a un saber libre e independiente es una invitación para pensar y reflexionar... donde se crea la filosofía. Porque la filosofía ha sido pervertida por la Universidad.  


Extraído de:  http://www.elespanol.com/cultura/libros/20160303/106739524_0.html


viernes, 18 de agosto de 2017

Me entrevista Alberto Atienza

Entrevista realizada por el periodista y escritor mendocino Alberto Atienza.
(Mendoza, Argentina, julio de 2017.

miércoles, 9 de agosto de 2017

La Filosofía como Escuela de Vida. Programa de la reunión del próximo 26/08

Queridos amigos: 

Dado que hay muchas propuestas de temas a tratar, haremos lo siguiente:

1. Intervengo yo haciendo una breve introducción a la reunión y explicando un poco la dinámica a seguir (se trata de que puedan participar activamente todos los que quieran).
2. Acto seguido haremos una lista con los que quieran participar al haber traído preparado un tema (pudiendo aportar textos -los que ya he publicado en los blogs u otros).
3. Se abre otra lista de intervenciones (preguntas, aclaraciones, aportaciones).
4. Vuelvo a intervenir en alguno de mis temas favoritos en relación a la filosofía que cultivo (la felicidad, el sentido, la verdad, el amor y la amistad...)
4. Algún voluntario debería tomar notas para publicar una reseña de la reunión. También conviene hacer varias fotos.
5. La reunión se grabará para poder publicar un extracto editado en video.

Hora de inicio de la sesión: 19:00 (puntual). Cena de picoteo: 21:30. 
¿Dónde? en mi casa. ¿Cuánto dura? Hasta que se vayan los últimos (no pondremos límite a priori).
Hay posibilidades de alojamiento para quienes lo necesiten (sobre todo los que vienen de fuera).

¡Hasta pronto!


martes, 8 de agosto de 2017

Felicidad y sufrimiento (Recordando un texto para la próxima reunión)

Felicidad y sufrimiento: claroscuro de la existencia humana.

Puedo afirmar sin ambages que el sentido de la existencia humana viene determinado por la búsqueda de la felicidad. A la pregunta fundamental del ser humano (¿cuál es el sentido de mi propia existencia?) respondo que el sentido de la existencia consiste en buscar la felicidad. Y nuestra vida tendrá mayor o menor sentido en función de las cotas de felicidad alcanzadas.
Son necesarias algunas aclaraciones. No se debe buscar la felicidad como algo que existe previamente. No existe nada que podamos considerar la felicidad ideal, ni tampoco nada que nos la pueda proporcionar. No hay ni fórmulas preestablecidas ni doctrinas filosóficas absolutamente válidas. Pueden existir propuestas, frases hechas, slogans que de alguna manera nos dan pistas. Pero la felicidad no es algo que se encuentra como si lo hubiéramos perdido o una cima que ya estaba ahí y que  –con mayor o menor esfuerzo-  solo tenemos que alcanzar.
Nuestra felicidad la construimos (o la destruimos) nosotros mismos a partir de “momentos de felicidad”. Hay algunos momentos, algunas situaciones muy concretas en los que nos sentimos completamente felices. Pasar por alto estos destellos de felicidad, obnubilados por la búsqueda de la felicidad permanente es un grave error.
Podemos encontrar la felicidad en las pequeñas cosas, en simples detalles, en algunos momentos, en determinadas situaciones  que ocurren todos los días. La felicidad consiste en dar a cada cosa su justo valor y nunca más del que tienen.
Cada día al despertarme lo hago siempre con la convicción de que algo nuevo me ocurrirá. Y empiezo el día con la ilusión de saber que no hay ningún día igual a otro. Quizás la principal traba que tenemos para alcanzar la ansiada felicidad la ponemos nosotros mismos. Dos equivocaciones: a) cifrar la felicidad en poseer algo (algo material o un determinado status social o económico) o a alguien. b) Creer que se puede llegar a una felicidad completa y permanente. (Incluso hay quienes creen que esto se consigue en una vida después de la muerte). Estos son los verdaderos obstáculos de la felicidad.

La felicidad está en uno mismo y no en las circunstancias. Debemos poseer “la mitad más uno” de las “acciones” de nuestra vida (adoptando un símil de la economía). Si la mayoría de las acciones las tienen las circunstancias, seremos muy infelices porque no seremos libres. Para ser feliz es imprescindible valorar lo que uno tiene y no sentirse desdichado por lo que no se tiene. Muchas veces nos sentimos infelices porque nos comparamos con los demás a quienes imaginamos mucho más felices de lo que  son en realidad.
Hay quienes buscan afanosamente la felicidad sin ser capaces de darse cuenta que tienen lo necesario para ser felices al tener posibilidades de conseguir importantes momentos de felicidad. De este modo se sienten infelices y no saben que se encuentran en esta situación a causa de su propia “filosofía” que les juega una mala pasada. Si cambiamos nuestra filosofía, con los mismos ingredientes nuestra vida puede cambiar y sentirnos más felices, porque, al fin y al cabo, en una buena medida ser felices es “sentirnos felices”. No deja de ser un estado de ánimo subjetivo. A veces, incluso aprendemos a reconocer la felicidad (los momentos, los periodos de felicidad) cuando la hemos perdido.
Según Aristóteles la felicidad se consigue persiguiendo la bondad de nuestros actos y buscando la virtud en nuestro crecimiento como personas. La verdadera felicidad consiste en obrar el bien, en los demás y en nosotros mismos.
La felicidad individual es imposible si no es en el seno de una sociedad de hombres libres. No se puede ser feliz en una sociedad de hombres infelices a causa de la opresión, la explotación y la pobreza.
Desde el punto de vista ético –por decirlo de alguna manera- tenemos el deber de intentar ser felices (en la más amplia dimensión del término y sabiendo –repetimos - que la felicidad individual pasa por la felicidad de los demás).
Llegados al mismo punto que Pablo Neruda – el final de su vida- deberíamos poder decir, también nosotros, “confieso que he vivido”. Vivir, haber vivido, en esto consiste la felicidad. “Amé, fui amado, el sol acarició mi faz… ¡Vida nada me debes! ¡Vida estamos en paz!” - que escribiera Amado Nervo.
Un mismo acontecimiento puede hacer a una persona feliz y a otra infeliz. Todo depende del estado de ánimo con el que estos se viven. También es una cuestión de carácter. Digamos que existe un cierta inclinación a ver “la botella medio llena o medio vacía”.
Ser felices o intentar serlo es también un compromiso con aquellos que nos aman.
Felicidad no significa ausencia de pena o dolor. La felicidad está en el cumplir con el deber y en amar lo que uno hace.  La felicidad está en el saber vivir. Su posibilidad va implícita en nuestra propia filosofía de la vida. Sin embargo es necesario intentar hacer explícito el camino que nos conduce a ella. No olvidemos que, como diría Kant, la felicidad es una idea de la imaginación a la que debemos darle contenido –porque por sí misma no lo tiene.
La Filosofía se encuentra en el camino de la búsqueda de la felicidad. La Filosofía puede cambiarnos la vida. Todos somos naturalmente filósofos, solo tenemos que ejercer lo que somos.

(Con este breve artículo -que no debe exceder de un límite establecido- inauguro mi colaboración con el periódico Los Andes de Mendoza, Argentina).

lunes, 7 de agosto de 2017

Un texto sobre el amor para la próxima reunión del 26 de agosto.

"Te quiero pero no te aguanto"

"La mayoría hemos sido educados para gustar y complacer a todo el mundo, o al menos para intentarlo. Sin embargo, en el extremo opuesto, nos cuesta saber qué hacer cuando nos sentimos incómodos ante una determinada persona o grupo. ¿Cómo rechazar a alguien sin que se sienta herido? ¿Existe alguna manera de cortar un vínculo que se ha vuelto tóxico sin provocar una guerra?
Lo que en un entorno social se soluciona con un alejamiento discreto y progresivo resulta mucho más complicado si la ruptura implica a un familiar directo. La situación también puede ser delicada si se trata de un amigo íntimo, especialmente cuando el otro no capta nuestras señales. Pero en estas situaciones no debemos contener la incomodidad que nos provoca esa persona por miedo a hacerle daño. Así solo alimentaremos un conflicto latente. Llegará un momento en el que el pozo de la paciencia se desbordará provocando un tsunami emocional. 
Tampoco es buena idea mandarle un e-mail o carta postal con todo lujo de detalles sobre lo que nos molesta de él o de ella. Casi nadie está preparado para soportar una visión negativa de uno mismo que no coincide con la propia. Si la bomba les llega por escrito, además, siempre podrán volver a “la prueba del delito”, también para mostrarla a terceras personas. Existen situaciones extremas, sin embargo, en las que nos resulta indispensable expresar nuestros sentimientos por un medio u otro, aunque la otra parte no esté preparada para oír la verdad. En estos casos, la escritora y conferenciante Eva Sandoval propone soltar directamente la siguiente frase: “Te quiero, pero no te aguanto”. La segunda parte de la oración suena demasiado agresiva y quizá estaría bien recurrir a otras expresiones más conciliadoras. Podríamos decir: “Te quiero, pero en este momento no nos entendemos. Quizás más adelante volveremos a coincidir”. La segunda opción podría ser: “Te quiero, pero esta relación no está haciendo bien a ninguno de los dos ahora mismo. Necesitamos una pausa”. Si lo comunicamos de manera sincera y respetuosa, no es necesario añadir nada más. Señalar las faltas del otro equivaldrá a poner clavos en un cierre que ya de por sí es traumático. Cuando los nervios están a flor de piel no hay que decirlo todo. Basta con expresar cómo nos sentimos y transmitir de forma sencilla nuestra decisión.
Trazar una línea de separación con el otro es una tarea     especialmente dura cuando se trata de amigos íntimos o de familiares muy cercanos. Con esto, el también actor italiano apuntaba a que las personas más cercanas son también las que tienen más capacidad para herirnos. La periodista Begoña Merino, investigadora de las relaciones personales a través de Internet, opina al respecto: “Hay familias con tal nivel de conflictos y de inconsciencia que, aunque muchos consideren que hay que dejar pasar cualquier cosa —pagando un enorme precio emocional— para seguir unidos, dejan una profunda huella negativa en nosotros. Mientras esa relación tormentosa y dolorosa persista, seguirán lastrando nuestro presente”. 
Por muy delicados que seamos con la gestión de la crisis, aunque pidamos a esta pareja, amistad o familiar una pausa para retomar la relación más adelante, tenemos que estar preparados para asumir el enfado del otro y sus consecuencias. Es inevitable que nos duelan los reproches y acusaciones de aquellos a los que hemos querido, así como el silencio con el que a menudo castigan a quienes rompen el vínculo. En el libro Mindfulness & the Art of Managing Anger (el mindfulness y el arte de manejar el enfado), Mike Fisher, terapeuta especializado en la ira, propone técnicas para tomar el control de la emoción. El primer paso es que tenemos que ser conscientes de lo que estamos sintiendo de manera que cualquier reacción estará filtrada por este razonamiento. Esto no quiere decir que no podamos estallar en cualquier momento. Pero, como todo en la vida, es necesario encontrar el término medio. En este caso, hay que saber elegir el instante. Si lo que queremos expresar se dice desde la serenidad y la reflexión, tendrá un efecto muy distinto. Ya lo decía el monje budista Thich Nhat Hanh: “Los sentimientos vienen y se van como nubes en el cielo un día de viento. La respiración consciente es mi ancla”.
Para mitigar la tristeza y el sentimiento de injusticia que nos puede embargar, es útil identificar desde dónde actúa cada persona. Si representamos la evolución personal como una pendiente, hay quienes nos hablan desde la sabiduría que otorga estar en lo más alto del camino, mientras que otros reaccionarán de forma más primitiva y ciega porque se encuentran mucho más abajo. Cada cual lo hace lo mejor posible desde el lugar donde está. Por lo tanto, dejemos que cada cual recorra su propio camino". 
(Javier Miralles en El País Semanal, 06/08/17)